lunes, 28 de marzo de 2011

Nous sommes pathétiques.

Nunca me gustó escribir mucho de política, sobre todo, de la nuestra. Sin embargo, hay veces en que uno tiene esa necesidad de saltar a pelear con la palabra por ALGO de bienestar en la sociedad que se vive. Quizás no tenga los mejores argumentos del mundo, quizás si. Lo único que sé es que hoy, yo siento verguenza por el gobierno instaurado éstos últimos años.
Tengo 18 años y, con suerte, éste sea mi primer año electoral; pues bien, me topo con una realidad con pocas opciones de salida a algo mejor. Algo que desde ya, es vergonzoso decir. No obstante, intenté (e intento, constamente) pensar un poquito más de lo que debería y hacer una "comparación" coherente y clara, sin exageraciones, con el ahora porque de alguna manera, eso me enseñaron en una que otra clase de política hace un año atrás. Se trata de comparar lo real con lo que podría llegar a ser: el futuro, con suerte, un poco mejor. En fin, idealizar un régimen ideal. Entonces, salgo a la calle y noto, teniendo en cuenta el lugar donde estoy, la degradación de lo que se hacía llamar SOCIEDAD, azotada por esos fantasmas sin fin de la inseguridad, la violencia y tantos otros males. Llego a observar, también, una nueva cultura que subestima al hombre en todas sus dimensiones pero que, casi imperceptiblemente, se va alimentando por esas legislaciones que favorecen con totalidad el hecho de no trabajar, de creer que uno es dueño de la vida de otra persona, independientemente que sea un accidente, o no; y dar la bienvenida a la firme idea de desaparecer a ese otro ser de La Tierra; de considerar tan correcta una idea distorsionada de que dos hombres (o mujeres) puedan contraer matrimonio sea "normal" para llegar al punto de dar la cara y sostener que es "un avance hacia el país moderno que quieren los argentinos". No dije nada, fueron sólo algunas de las cosas que pasaron por mi cabeza al mirar tan de frente la realidad. Camino, camino y sigo caminando por las calles, avistando desde ya que lejos está de la mano a unos cuantos par de chicos menores, una señora. Se me viene, de golpe y con brutalidad, la evidente razón de su situación: la asignación por hijo. Dejar lo que la dignifica por unos cuantos pesos que irán aumentando a medida que más hijos vayan sumándose a sus manos, sin limite alguno. ¿Y dónde están los jefes? ¿Dónde están los tutores a la hora de apañar las necesidades de quienes tienen a cargo? No todos los gobiernos son los mejores. No todos son los peores. Cada uno tiene su deficiencia y su beneficio a todos los sectores. Me propuse a escribir teniendo presente éste concepto de "pro y contra" que tan cierto es. Pero, no puedo dejar de mirar o esquivar las palabras exactas al modelo de éste tiempo: SÍMIL. Si, tapando con esa pantalla de democracia lo que muchos temen nombrar: una gran e insostenible demagogia de masas. Es un puñal, para mi por lo menos, tener que decir ésto. Capaz que por el hecho de haberme pensado estar en un lugar mejor, donde las normas son realmente justas, donde no se subestima ni se soborna a aquel ignorante que está tirado en la calle pidiendo una que otra lismona; donde se respeta el valor de la vida, más allá de todo. Inclusive, cualquier religión; donde cada uno asume sus desviaciones sexuales pero respetando a los que no las tienen; donde la libertad de expresión es lo que NUNCA falta, sino que sobra. Sin embargo, al parecer, yo y otros más nos dormimos en un ideal muy poco logrado, con la culpa de llenarnos con lo más superficial que una campaña política puede llegar a hacer para ganar elecciones, como regalar bolsones de mercadería por un voto, entre tantas otras opciones.
Están los que no cambian de parecer y siguen suministrando ese granito de arena para hacer creer a los señores funcionarios que están acertando en sus decisiones. También, los que bajan la cabeza y se resignan a tener que soportar una vida que podría ser mejor si tan sólo soltaran unas pocas palabras de justicia y realidad de sus bocas; y, finalmente, estoy yo, nosotros: los que estamos hartos de que la soberanía popular esté accionada incorrectamente y, hasta trastocada, por gente que todavía es capaz de aparecer en Cadena Nacional con la intención de brindar a todo un país espectante de mejoría, la frase más absurda e incoherente que escuché en toda mi vida: "Lo que hay es sensación de inseguridad". ¿Acaso no vemos todos los días, sacando los medios de comunicación, los hechos más bizarros que ya ni siquiera llegan a tocar nuestra sensibilidad? ¿No notamos que ésto se transformó en lo más normal y habitual del mundo? Si tan sólo pudiéramos ser un poquito más pensantes, nos daríamos cuenta a tiempo lo mal que la podemos pasar por, en parte, voluntad nuestra; al emitir ese voto que hoy apoya a la censura de medios opositores, a legislaciones por conveniencia política y/o favoritismos de clases, a la alianza con países cuyos modelos apoyan un nacional-comunismo que, seguramente, se pretende imitar; a una completa subestimación a aquellos que carecen un nivel de pensamiento medianamente preparado; al impulso y desarrollo de la tendencia a cobrar dinero correspondiente a aquel que realmente transpira una camisa, por el ocio y la vagancia; a crear más infraestructura y obras innecesarias con el fundamento de "ciudad moderna", para parchar los pozos resultantes de los errores cometidos y negados en cada uno de los discursos de la directora de un poder ejecutivo que deja mucho que desear.