sábado, 16 de junio de 2012


“Detesto las festividades”, me dijo; levantándose del sillón con el fin de acercarse al ventanal del balcón a mirar de qué manera el cielo se tiñe de rojo en medio de la lluvia. “¿Por qué? ¿Qué tienen de malo?”, le pregunté, con una curiosa ignorancia. Entonces, giró su cabeza y mirándome fijamente me dijo: hay días festivos que no merecen un festejo.
No pensé que el día sería tan particular, nunca lo imaginé. Pensar suele llevar algún tiempo más del que la gente normal suele creer, lo sé. Estructurar, acomodar y organizar las ideas de una cabeza con grandes dicotomías, es algo quizás más complicado. Tal vez para sumar, vale decir que es extraña la vez en que no suelen aparecer esos  pícaros pensamientos que no cesan jamás sus particulares giros.
No era tarde, la madrugada apenas había iniciado y daba lugar, todavía, a grandes momentos. No quise preguntar mucho… tal vez por temor a una respuesta tramposa, tal vez por no querer ayudarla a vomitar verbalmente sus molestias e incomodidades. Sin embargo, me superpuse y logré soltar un “yo sé cómo te sentís”: palabras que intrínsecamente eran producto de un par de malestares personales. Pude pisar con sus zapatillas y, de un segundo a otro, me desplacé del espacio en el que me hallaba. Sin titubear ni articular sonidos, tenía la simpática posibilidad de volver a encontrarme observando situaciones pasadas, no muy confortables ni agradables, desde la mejor perspectiva cenital, esa que suelen utilizar en las películas cuando “se vuelve el tiempo atrás” y permiten que el personaje observe los errores de sus acciones, o bien, la influencia no muy positiva del accionar de terceros. Tal cual. Ella me había movilizado, me había afectado y había logrado algo dentro mio: una suerte de introspección consciente (¿o no?). Recordé por qué yo odiaba lo que ella, y generé recursos para confirmar que lo ocurrido era real. Todo lo que yo “soñaba”, en este momento, me indicaba que efectivamente lo había vivido. Esas consecuencias se hicieron presente como proyección instantánea y esporádica, tirándome de la remera con el fin de que no me vende los ojos esta vez, y tenga en cuenta los “panic attack”, los apagones de un muy cercano televisor y las escasas lágrimas que alguna vez pude contener.
“Volvé, volvé”, pude escuchar con claridad. “Te fuiste un rato, me parece. ¿No lo vas a llamar a tu papá? Ya son más de las 0:00”, agregó; a lo que tuvo que soportar un con el día del padre, no, como respuesta mia.

viernes, 11 de mayo de 2012

No suelo escuchar a Gustavo Cerati. Nunca fui de hacerlo. Pero acá estoy y Crimen me acompaña. Es una linda palabra, creo, para estar ligada a ese tipo de acciones tan toscas y destructivas.

Una vez más me encuentro pisando tierra desértica, sólo mi conciencia y yo. Antes de poner cada caracter en su correspondiente lugar, siento que no concuerda con la idea que circula sin frenos por mi cabeza. Pero qué más da. No hay nadie acá, y siempre la necesidad va a convertir a todo lo que se le cruce por el camino en una insignificancia. Eso es ley natural. Sin embargo, yo me siento la excepción, para no perder la costumbre. El carecer de capacidad para definir "necesidad" me convierte en ello. No sé qué es lo que pretendo hacerles entender. Sepan disculpar mi falta de claridad mental.
Sea como sea, en el lugar que esté, estoy feliz de saber que hay alguien de carne y hueso que, más allá de no tener otro contacto más que un "hola" pixelado en la pantalla de una computadora, es capaz de hacerme hablar sobre lo que sea que me esté ocurriendo, sin necesidad de usar este espacio en blanco de una cuenta de Blogspot.

viernes, 27 de abril de 2012

Alergia de estación.

Hace frío, mucho frío. Todo se predisponía silenciosamente a canalizarse como el derrape más grande en este úlltimo tiempo.
Volvía en una de las tantas líneas 123, como era de costumbre. De un momento a otro, solo yo podía oír esa canción. Una, que con escucharla, te transporta automáticamente a otros tiempos dorados.. era una Melodía Simple, tan simple que desestabilizó mi banal estabilidad. ¿Quién me manda a buscar verdades en una completa mentira? De nada sirve, de nada. Y, apoyando la cabeza en un helado cristal de ómnibus, dejaba que mis ojos se empañaran razonablemente y con una sola cosa en la cabeza: No, no estás. Nunca hay nadie y debería entenderlo.
Es inexplicable cómo la sencilla condición climática de una ciudad puede congestionarte la cabeza. Pero, tiene su lógica si se la compara a una simple alergia de estación. De esas que aparecen en determinado tiempo, duran un no tan largo rato y, desaparecen. La única e indisoluble diferencia es que, ésta es una de esas alergias que no tienen pastilla que las ahuyente de antemano.
Llego a destino y lo que más ansío son las ganas de tener a Don Alguien al lado, que pueda abrazarme, darme un beso y decirme "no llores. Sos más linda si sonreís". Y claro, esas cosas solamente le pasan a "Maria, la del barrio", a "Rosalinda" y sólo gente que conforma las vastas novelas mexicanas; no a la gente que pisa tierra y vive una realidad muy contrastante a esa, pero siempre anhelándola. Entonces, es cuando empiezo a caminar, caminar y seguir caminando.. interminablemente. Todo llama la atención, pero nada la detiene en algo fijo. Es cuando me convenzo que, estés o no físicamente, seas parte de mi vida o no sea así; ese lugar que tenes en mi corazón es inamovible y sordo, porque no escucha ni siquiera a la que debería mandarlo. Preguntarme a mi misma "¿cómo es que una canción puede hacer que llores?" es quedarme muda, sin palabras, sin saber exactamente qué y cómo responderme. Coso, se abre. Vuelvo a coser, pero vuelve a abrirse como si nada... una herida siempre duele, lastima, molesta y tortura. Ignorarla tiene su precio y, como dice el famoso dicho "el cuerpo grita lo que la boca calla", un día amanezco con dolor de cabeza, a la tarde se transporta a las piernas y articulaciones para, finalmente, terminar en el centro del estómago. Pero, en todo este proceso, nunca pierde fuerzas el de adentro, el peor y más grande.. el del corazón.
Nadie, nadie sabe qué me hiciste, y contarlo equivale a otra costura mal hecha. De la forma que sea, ahí estás.. siempre presente, siempre actuando a favor de tu naturaleza destructiva con el sólo hecho de pronunciar tu nombre. 

jueves, 29 de marzo de 2012

Revólver de agua.

Encendiendo el más cálido cigarrillo y asomandose lentamente al balcón, entendió espontáneamente que cada cosa tiene su fin, que esos finales duelen y que cada dolor te asciende a un escalón más en la vida. Fue un antes y un después. Esquematizó todos y cada unos de sus movimientos, actuales y futuros, con la convicción de no salirse del plan, mientras el viento fresco se convertía en "alguien", en una compañía invisible e impalpable, pero presente para ella. Mirando de un lado a otro, observó cómo y de qué forma cada cosa estaba en su lugar, externa e internamente: Lo que debía irse, ya había marchado; y aquello que debiera llegar, se prometía a si misma, tendría una grata bienvenida. Reía con el sólo hecho de imaginar nuevos momentos.. Reía con libertad, sin conflictos ni recuerdos demás, esperando que esta vez todo resulte como lo planeado. No había errores: perdonó y sé perdonó también, padeció el efecto post-guerra y, finalmente, aceptó la libertad del otro, sin condenarla ni impornerle prejuicio alguno. Sea cómo y en la medida que fuere, todos la teníamos gratuitamente. No olvidó tampoco, porque lo que se quiere no se olvida. Simplemente la costumbre se esfumó, dando lugar a esas que en verdad hacían falta, como la de sentirse satisfecha consigo misma y nada más. El revólver de fuego, entonces, se transformó en uno de agua fría que acallaba cada ebullición de pensamientos ya muertos, sin sentido, sin lógica ni razón. Ahí se iba, en cada particula del aire cargada con nicotina, la amargura de creerse un parásito de lo que ella misma había creado; la desazon de haber sobrevaluado a una gota del océano como el todo y la impotencia de portar una ceguera transitoria desde su partida hasta hace minutos antes. No tardó en aparecer Doña M, quién optó por sumarse a esta escena, sin problemas, para acompañar cada acerción en la mente de ella. Es el singular momento en el que cae en la cuenta de que cada palabra, oración o verso con ritmo ya no duelen, no lastiman, no pesan en la espalda ni generan la típica idea de añorar lo antaño. Soltando una carcajada solitaria, ella soltó de sus dedos aquello que fumaba y lo dejó caer siete pisos abajo. Se inmovilizó unos minutos casi involuntariamente cuando intentó hallar la bendita "Cruz del Sur" en el cielo. Sin embargo, una estrella fugaz robó su atención, mostrándose el tiempo que dura una palabra recién dicha. Después de aquellos deseos repentinos y casi fantasiosos que pidió a ese astro caído, ella regresó adentro y, en el fondo, supo que todo estaría bien.

lunes, 26 de marzo de 2012

Backstage.

"¿Estoy infantilmente sensible o soy extremadamente ilusa?", es la acertada pregunta que ella se hacía tratando de buscar explicaciones a esas lágrimas que este lunes nublado rodaban por su cara. La oportuna desaparición del mundo que había decidido hacer él, en esos momentos, era un kamicase que golpeaba su cabeza con alguna suave pero intolerable molestia. No entendía: si ya había tenido lugar el genocidio al corazón.. ¿Se trataba de un efecto post-guerra? Nadie respondía con cordura aquello que le pasaba, nadie brindaba palabras que quieten lo a ella, en silencio, la movilizaba. Entonces, intentaba encontrarlas en otros espacios: libros, películas, músicas, textos propios, sabores y lugares diferentes. Notaba que cada alternativa que se le ocurría tenía su sensación, pero hasta ahí llegaba, dejando de lado el objetivo por lo que las había ido implementando. Y es que, ese vacío que suelen llenar las personas con las que uno convive, en cierto punto, casi todos los días; son casi irreparables, illenables, irreemplazables.
"Comprender" no estaba en su boca. Había sido la persona más erróneamente comprendida, intolerable e insufrible para cualquier persona que haya tenido la suerte (¿o desgracia?) de haberla cruzado en algún recóndito lado. Pero nadie la culpa, el ruido que se siente cuando el duelo es fingido es reconocido por muy pocas personas con carente cordura y/o sobriedad. A veces, la mente le jugaba esa misma pasada. Esa con la que cruzó las manos hace algunos años atrás y que, desde ese momento, supieron que iban a hacerse compañía por un tiempo indefinido. Sin embargo, y logrando que el lector se diga "¿cómo?", estas líneas ya habían estado anteriormente en sus pensamientos. Cada movimiento, cada detalle, cada una de las palabras que se pueden ver acá.. todo. Es curioso, muchas veces, ver cómo un simple acontecimiento puede dejar a una persona tan trabada en ese momento, generándole un esfuerzo enorme para evitar traerlo e imponerlo como pantalla principal. Exagerada y dramáticamente, ahí se hallaba... preguntándose hasta lo más insólito. En pocas palabras, ella requería con cierta urgencia algo... algo que no tenía nombre, descripción y estaba sujeta cuando decidiera concretar la elección obligatoria que, por cierto, extendía todas y cada una de las veces que llegó a mirarla a los ojos.