martes, 30 de agosto de 2011

Si, lo admito: hoy no estoy en mi mejor día. Tengo las sensaciones a flor de piel, el pensamiento a punta de revolver y la seguridad con la guardia baja. Quiero escribir pero me limito a creer que no es bueno, por ahora por lo menos. No va a salir nada legible o coherente, creo. Mil vueltas en la cama doy, miro el techo y sigo con ideas en la cabeza.. ideas que por un tiempo no van a irse, ni siquiera con un toque de magia. Necesito respirar otras cosas cosas y exhalar los resabios que todavía están adentro. No me interesa quién la esto o quién deje de hacerlo. Solamente, quiero estar bien.

miércoles, 24 de agosto de 2011

A dónde vamos.


Desde las cinco y cuarenta y ocho minutos, específicamente, estoy así… con este insomnio que no me deja descansar como debería. Y es que, son casi las siete de la mañana y necesito hacer algo, ALGO que me saque lo que tengo adentro, lo que siento, lo que me duele, lo que molesta… La basura.
Tengo ira, bronca, enojo, decepción, desilusión y todas las sensaciones habidas y por haber a flor de piel, a punto de caramelo. Y no es algo de lo que deba estar alegre o contenta. Es algo así como haberte hecho la imperativa idea de cambio para estar bien con la otra persona para que funcione, confiando en absolutamente todas y cada una de sus palabras, hechos y supuestos “sentimientos”. Me transformé, me convertí sólo para que todo fuese mejor. Pero entonces, de un momento a otro todo puede caer, todo puede estropearse en una milésima de segundo, con un poco menos de un par de palabras, creo. Juro que nunca en mi vida me hubiese sentido así, por nadie… Ni siquiera por aquella persona que lo mereció. El sentir que se estuvo casi ocho meses con alguien a quién ahora se desconoce, causa cierta sorpresa negativa, claro. Pensar que me comí la cabeza y me sentí absolutamente mal por ese mensaje que no pasó a mas de eso, cuando vos con la mejor cara de nada venías y me prometías cosas que ni siquiera estando conmigo al lado literalmente respetabas. Me siento apaleada, partida en dos, quebrada. Sería entender que le dí TODO lo que podía darle, pensando en que esté mejor, en que no se enoje, en que me crea, en que respete lo que no se respetó bajo ningún punto, en que me cuide. Pero, evidentemente, no fue suficiente y no alcanzó para que deje de ser una bosta.
Desconocer a una persona con la que se pasó tantos momentos lindos, inolvidables; con la que se compartió, quizás, lo mejor que uno guardaba para el rato más importante de toda persona; es lo peor que a alguien puede pasarle. No saber con quién estuviste, quién era cuando te abrazaba, cuando te daba un beso, cuando te miraba a la cara y te decía “yo quiero que confíes en mi al 100%, como yo lo hago con vos” te hace pensarte como una persona vulnerable, sin filtro alguno, a todas las mentiras. Y es que, ahí radica el problema… YO DI LUGAR. Brindé el espacio justo para que pase todo lo que pasó (pasa). Yo cedí, y conmigo cedieron las esperanzas de que era lo más maravilloso que me había podido pasar, teniendo hasta la mayor de las ilusiones y convencida de lo que no fue más que caradurez, burla, mentiras. ¿Qué se supone que tenga que hacer ahora? ¿Cómo debería reaccionar, pensar, vivir con esto que sé? ¿Vale la pena, a veces, saber la verdad para despertar de esas ilusiones que, casualmente, no son más que eso? Siendo lo más honesta del mundo, estoy perdidísima en momentos como estos. La dualidad de cosas que me pasan por dentro de la cabeza, el corazón y el cuerpo no se comparan con nada, pero nada. Un paralelismo donde, por un lado, siento que te amo como a nadie, que te quiero ver porque necesito aunque sea un abrazo tuyo o, por lo menos, un ratito con tu presencia al lado para saber que “estás conmigo todavía”; pero, por otro, necesito tenerte lo más lejos posible. Borrarte, desaparecerte, matarte en mi porque no sos algo que me genere más de lo que siento yo misma. Esas ganas de mierda de ir a buscarte para decirte todo lo que pienso, me pasa y se me cruza por la mente, son insoportables. Y ni te imaginas. No, no lo podes hacer… No podes saber ni esperar ni entender esto, porque no lo sentís, porque a pesar de todo y cada cosa que pasamos, hasta ayer te busqué. Sí, te “jodí” en cierto punto, creyendo ilusamente que todavía estaba viva esa chance de que ciertas cosas se vayan y vos (el VOS que yo me compré, y no el que sos de verdad) vuelva y esté conmigo de nuevo. Me hice, por lo menos, medio millón de veces la imagen esa donde estoy parada ahí abajo y te veo venir a lo lejos, con tu mejor sonrisa en la cara. Entonces, llegas y me abrazas sólo como vos sabes, como vos lo haces, como vos y nadie más.
La verdad, no sé si estar agradecida, como yo creía estarlo; por estos siete (casi ocho) meses de estar juntos. No sé si fueron una farsa donde aposté siempre a comprar las acciones más grandes y a quedarme con eso, o si realmente son de la realidad y esto que me haces saber solamente forma parte del último segmento, donde ya nada funcionaba como debería. Pero, ¿Sabes qué? Lo ÚNICO que voy a tener en cuenta es eso, lo que aprendí, lo que reforcé en mis pensamientos y lo que me queda de lo compartido con un desconocido. Terminé entendiendo que mi mirada “pesimista” a los ojos de algunos, no es más que un realismo subjetivo que pasa, está presente y es muy real en mi propia vida, por lo menos; que mi desconfianza a las personas más queridas no es porque sí y definitiva y evidentemente, confío más en los ajenos que no me interesan, porque soy consciente que después de cierto tiempo ya no voy a volver a saber más de su vida ni ellos de la mía… Es sólo un momento donde nos cruzamos, y luego desaparecen de mi vida; y, finalmente, lo que viví… Porque no la pasé mal pensando que esto era VERDAD, sinceramente. Fue un buen efecto anestésico para el alma el pensarte como alguien “ideal” para mi, más allá de todos los defectos que hayas tenido (donde no se incluyen las adicciones, sino el hecho que no puedas evitar ciertas cosas ni siquiera sabiendo que hay alguien que daba absolutamente todo por vos y te apostaba hasta lo que no se podía).
¿Hay alguna otra cosa que pueda hacer, además de llorar y escribir? Tengo el alma por el piso y no hay vuelta que darle. Yo suelo ser agradecida, abusamente exagerada y hasta bastante especial en ciertos aspectos, pero creo que esto subestima demasiado lo que soy como Agustina Giménez. Más aun, lo que soy como persona que trata de mejor todo el tiempo para llegar a, por lo menos, ser “buena”. Terminé, a la fuerza (como todo), entendiendo y aceptando que sos una mierda, aunque te importe poco lo que te estoy diciendo.

jueves, 18 de agosto de 2011

En la pestaña de un ratón.

Cosquilleo en la nariz, ojos con las características que adquieren cuando están expuestos frente a una fuerte luz, estómago que molesta, vida que sobra y ganas que faltan. Así me consideré hace algún par de segundos al ver la coyuntura de lo racional con lo del corazón, lo que es abusamente excesivo con lo que está totalmente en carencia; o que por lo menos así se hace sentir en mi. Si, mucha hipérbole para algo tan cotidiano y diario entre las millones de personas que ocupan este planeta. Pero claro, uno no se fija en ese alto número que solamente sirve para llenar investigaciones, sino que está pendiente de un número, de un uno.. de una sola persona que, de la manera más loca y desestabilizante, hace que todo gire alrededor y en relación a ella. Y no por ser peyorativa ni despreciativa, pero estoy, estas, estamos intoxicándonos de una manera constante y casi imperceptible, sin ser conscientes ni voluntarios de lo que pasa. ¿Soy yo la única que lo nota, o es que también puede notarlo? Es imposible que alguien pueda imaginar una idea por lo menos aproximada de lo que a mi se me cruza por este cráneo. Nadie entiende, nota, observa, se fija ni tiene en cuenta esa realidad que encuentra paralelismo con la que vivimos a diario, donde muchos explotamos, morimos y volvemos a nacer casi de manera simultánea. No es posible pensar en un "otro", porque para pensar, ya suficiente se tiene con "uno mismo". Entonces, me remonto a lo que alguna vez sostuve en uno o dos textos publicados hace bastante tiempo atrás: se busca la cuevita, el espacio, el ratito para estar y, a la vez, no estar. Ese apartado con el que podemos decir "gracias por existir. Por vos estoy mejor" sin pensarlo dos veces y sintiendo el bien que nos brinda, continuamente. Se entiende, después de saber esto, que vivimos con cierta estabilidad gracias a eso... gracias a esa persona, página virtual, cosa o lugar que nos pone en una burbuja aparte y nos hace pensar en lo que nos agrada, desenchufandonos y convirtiéndose, por fin, en nuestros cables a tierra, sin lugar a duda. Ahora, ni el conflicto ni lo que generan los nudos están ahí, sino cuando toda esa brisa acogedora se transforma en abrumadora y deteriora, paulatina o rápidamente, aquello que más deseamos conservar.. Nuestro bienestar. Bueno, resulta que en esta especie de "instancia" me encuentro. Perdiendo todo con las mejores intenciones, pifiando a más no poder en cada respuesta, pregunta o cualquier palabra o acción que pueda llegar a emitir o ejercer; activando mi peor instinto y actitud; y, finalmente, rompiendo con lo mejor (o con lo que, en su momento, fue lo mejor que me pasó [y me pasa]). Escribo, como, lloro, leo cosas, trato de estudiar, dormir, salir, correr, caminar y estar en constante movimiento corporal para detener, en cierta forma, el mental. La rosca no para de girar y, sin buscar una víctima en mí (porque no la hay), espero el impacto con la actitud más espontánea e inesperada del mundo que, seguramente, va a salir en determinado momento. Me duele y realmente me siento la persona más fracasada del mundo porque, más siendo consciente de todo, me encuentro sentada en un banco de una plaza, mirando la paupérrima manera en que cierta "cajita de cristal" está rota en mil pedazos y dando la bienvenida a quién, sinceramente, no esperaba cruzar de pechito, cara a cara; y bajar la mirada, asintiendo que, una vez más, tiene razón.

martes, 9 de agosto de 2011

~ Es imposible escribir sobre alguien con quien no se ha compartido al menos algo de su vida. ~






María Nadotti.
Extraño como a básicamente nadie, como si fuese lo más importante de mi vida, quizás, hasta ella misma; como si no hubiese otra cosa en este mundo que me importe demasiado si desaparece o no, si vive o no, si está o no. Pero, si está y nunca falla en nada de lo que demando. La defectuosa acá soy yo, por perderme por quién sabe dónde; por no sentarme a hacer lo que, en algún tiempo, servía más que mucho; por no ser yo. Me extraño.

Segunda piedra.

Cosas que aparecen de un segundo a otro, pero de un momento lejano a este minuto que publico esto: "Entonces noto cómo y de qué forma con un par de palabras es tan capaz de encender mi consciencia y hacerme mirar más detalladamente al pez gordo, generándose ciertas sensaciones de sorpresa, bronca y algo así como susto. Se preguntarán algunos por qué esto último. Bien, se me hace tan difícil ponerlo por acá que, al ser tan necesario, lo hago. Susto porque me parece que somos egoístas, tal como lo dice; pero aún así no me tiembla la voz al decir que doy todo por ese ser. Que, de hecho, en algún momento lo dí y no voy a decir que me arrepiento, aunque existan ciertos momentos de inestabilidad donde es demasiado complicado no dudar hasta de uno mismo. Sin embargo, acá estoy.. No me quejo, pero hago saber que me duelen mucho las palabras, sus palabras, esas palabras y no otras. Escuché, así, el sonido de una gota que caía en el vaso más grande del mundo y provocaba que éste se rebalse de agua, ahogándose muchas cosas con él. Es evidente que pocas veces, como éstas, el color negro o quizás gris, predominan sin sentirse intimidados por aquellos a quienes molesta tanto su presencia. Es posible que no pueda echarlos... es posible y tal vez sea una realidad ya instalada para no desertar nunca, creando cierto abismo entre los que quedan al medio de todo... nosotros. Y puedo jurar por mi vida entera que es lo que menos quiero, lo que nunca esperaría que suceda, por más que sea testigo de su peor paso, por más que logre desequilibrarme frecuentemente, por más temblores que produzca dentro de mi, por más cosas que puedan cruzarse física como internamente en estas personas. Pero, existen aquellas cosas que no pueden pasarse por encima, que no permiten que uno se suba a un alambrado y logre traspasarlo sin ningún tipo de conflicto al tocar suelo nuevamente; y, una de esas es el respeto: al otro, a uno mismo, a ambos. Un camino de ripio donde ciertos seres pierden utilidad y quedan ahí, varados; a la espera de que alguien pase por al lado y les diga "si querés, te ayudo". Pero, nunca faltan (ni van a faltar) los que están para que les recuerden que "a lo blanco, es blanco; y a lo negro, es negro", que no se puede pisar banquina por más deseo tenga uno mismo de algo, conociendo las tantas negativas del otro. Claro, nadie es perfecto, todos somos iguales (en cierto punto), cada uno tira a su propio bien; leí hace unos minutos. Y es verdad, no se puede defender lo indefendible. No obstante, tampoco es posible olvidar lo que es tedioso, casualmente, porque siempre va a estar ahí, molestando cuando tenga oportunidad y lugar para hacerlo. Uno ama y espera ser correspondido, respetado y querido; con todo lo que ello implica. Como siempre, las aclaraciones son palabras que nunca va a sobrar, estorbar o estar demás. Teniendo presente esto, creo que lo escrito acá no está destinado a nadie con especificidad, realmente; y, por ende, no voy a hacerme cargo de la mala interpretación, reflexión o pensamiento que generen los criterios de aquellos pocos que puedan llegar a ojear esto."