miércoles, 24 de agosto de 2011

A dónde vamos.


Desde las cinco y cuarenta y ocho minutos, específicamente, estoy así… con este insomnio que no me deja descansar como debería. Y es que, son casi las siete de la mañana y necesito hacer algo, ALGO que me saque lo que tengo adentro, lo que siento, lo que me duele, lo que molesta… La basura.
Tengo ira, bronca, enojo, decepción, desilusión y todas las sensaciones habidas y por haber a flor de piel, a punto de caramelo. Y no es algo de lo que deba estar alegre o contenta. Es algo así como haberte hecho la imperativa idea de cambio para estar bien con la otra persona para que funcione, confiando en absolutamente todas y cada una de sus palabras, hechos y supuestos “sentimientos”. Me transformé, me convertí sólo para que todo fuese mejor. Pero entonces, de un momento a otro todo puede caer, todo puede estropearse en una milésima de segundo, con un poco menos de un par de palabras, creo. Juro que nunca en mi vida me hubiese sentido así, por nadie… Ni siquiera por aquella persona que lo mereció. El sentir que se estuvo casi ocho meses con alguien a quién ahora se desconoce, causa cierta sorpresa negativa, claro. Pensar que me comí la cabeza y me sentí absolutamente mal por ese mensaje que no pasó a mas de eso, cuando vos con la mejor cara de nada venías y me prometías cosas que ni siquiera estando conmigo al lado literalmente respetabas. Me siento apaleada, partida en dos, quebrada. Sería entender que le dí TODO lo que podía darle, pensando en que esté mejor, en que no se enoje, en que me crea, en que respete lo que no se respetó bajo ningún punto, en que me cuide. Pero, evidentemente, no fue suficiente y no alcanzó para que deje de ser una bosta.
Desconocer a una persona con la que se pasó tantos momentos lindos, inolvidables; con la que se compartió, quizás, lo mejor que uno guardaba para el rato más importante de toda persona; es lo peor que a alguien puede pasarle. No saber con quién estuviste, quién era cuando te abrazaba, cuando te daba un beso, cuando te miraba a la cara y te decía “yo quiero que confíes en mi al 100%, como yo lo hago con vos” te hace pensarte como una persona vulnerable, sin filtro alguno, a todas las mentiras. Y es que, ahí radica el problema… YO DI LUGAR. Brindé el espacio justo para que pase todo lo que pasó (pasa). Yo cedí, y conmigo cedieron las esperanzas de que era lo más maravilloso que me había podido pasar, teniendo hasta la mayor de las ilusiones y convencida de lo que no fue más que caradurez, burla, mentiras. ¿Qué se supone que tenga que hacer ahora? ¿Cómo debería reaccionar, pensar, vivir con esto que sé? ¿Vale la pena, a veces, saber la verdad para despertar de esas ilusiones que, casualmente, no son más que eso? Siendo lo más honesta del mundo, estoy perdidísima en momentos como estos. La dualidad de cosas que me pasan por dentro de la cabeza, el corazón y el cuerpo no se comparan con nada, pero nada. Un paralelismo donde, por un lado, siento que te amo como a nadie, que te quiero ver porque necesito aunque sea un abrazo tuyo o, por lo menos, un ratito con tu presencia al lado para saber que “estás conmigo todavía”; pero, por otro, necesito tenerte lo más lejos posible. Borrarte, desaparecerte, matarte en mi porque no sos algo que me genere más de lo que siento yo misma. Esas ganas de mierda de ir a buscarte para decirte todo lo que pienso, me pasa y se me cruza por la mente, son insoportables. Y ni te imaginas. No, no lo podes hacer… No podes saber ni esperar ni entender esto, porque no lo sentís, porque a pesar de todo y cada cosa que pasamos, hasta ayer te busqué. Sí, te “jodí” en cierto punto, creyendo ilusamente que todavía estaba viva esa chance de que ciertas cosas se vayan y vos (el VOS que yo me compré, y no el que sos de verdad) vuelva y esté conmigo de nuevo. Me hice, por lo menos, medio millón de veces la imagen esa donde estoy parada ahí abajo y te veo venir a lo lejos, con tu mejor sonrisa en la cara. Entonces, llegas y me abrazas sólo como vos sabes, como vos lo haces, como vos y nadie más.
La verdad, no sé si estar agradecida, como yo creía estarlo; por estos siete (casi ocho) meses de estar juntos. No sé si fueron una farsa donde aposté siempre a comprar las acciones más grandes y a quedarme con eso, o si realmente son de la realidad y esto que me haces saber solamente forma parte del último segmento, donde ya nada funcionaba como debería. Pero, ¿Sabes qué? Lo ÚNICO que voy a tener en cuenta es eso, lo que aprendí, lo que reforcé en mis pensamientos y lo que me queda de lo compartido con un desconocido. Terminé entendiendo que mi mirada “pesimista” a los ojos de algunos, no es más que un realismo subjetivo que pasa, está presente y es muy real en mi propia vida, por lo menos; que mi desconfianza a las personas más queridas no es porque sí y definitiva y evidentemente, confío más en los ajenos que no me interesan, porque soy consciente que después de cierto tiempo ya no voy a volver a saber más de su vida ni ellos de la mía… Es sólo un momento donde nos cruzamos, y luego desaparecen de mi vida; y, finalmente, lo que viví… Porque no la pasé mal pensando que esto era VERDAD, sinceramente. Fue un buen efecto anestésico para el alma el pensarte como alguien “ideal” para mi, más allá de todos los defectos que hayas tenido (donde no se incluyen las adicciones, sino el hecho que no puedas evitar ciertas cosas ni siquiera sabiendo que hay alguien que daba absolutamente todo por vos y te apostaba hasta lo que no se podía).
¿Hay alguna otra cosa que pueda hacer, además de llorar y escribir? Tengo el alma por el piso y no hay vuelta que darle. Yo suelo ser agradecida, abusamente exagerada y hasta bastante especial en ciertos aspectos, pero creo que esto subestima demasiado lo que soy como Agustina Giménez. Más aun, lo que soy como persona que trata de mejor todo el tiempo para llegar a, por lo menos, ser “buena”. Terminé, a la fuerza (como todo), entendiendo y aceptando que sos una mierda, aunque te importe poco lo que te estoy diciendo.