jueves, 29 de marzo de 2012

Revólver de agua.

Encendiendo el más cálido cigarrillo y asomandose lentamente al balcón, entendió espontáneamente que cada cosa tiene su fin, que esos finales duelen y que cada dolor te asciende a un escalón más en la vida. Fue un antes y un después. Esquematizó todos y cada unos de sus movimientos, actuales y futuros, con la convicción de no salirse del plan, mientras el viento fresco se convertía en "alguien", en una compañía invisible e impalpable, pero presente para ella. Mirando de un lado a otro, observó cómo y de qué forma cada cosa estaba en su lugar, externa e internamente: Lo que debía irse, ya había marchado; y aquello que debiera llegar, se prometía a si misma, tendría una grata bienvenida. Reía con el sólo hecho de imaginar nuevos momentos.. Reía con libertad, sin conflictos ni recuerdos demás, esperando que esta vez todo resulte como lo planeado. No había errores: perdonó y sé perdonó también, padeció el efecto post-guerra y, finalmente, aceptó la libertad del otro, sin condenarla ni impornerle prejuicio alguno. Sea cómo y en la medida que fuere, todos la teníamos gratuitamente. No olvidó tampoco, porque lo que se quiere no se olvida. Simplemente la costumbre se esfumó, dando lugar a esas que en verdad hacían falta, como la de sentirse satisfecha consigo misma y nada más. El revólver de fuego, entonces, se transformó en uno de agua fría que acallaba cada ebullición de pensamientos ya muertos, sin sentido, sin lógica ni razón. Ahí se iba, en cada particula del aire cargada con nicotina, la amargura de creerse un parásito de lo que ella misma había creado; la desazon de haber sobrevaluado a una gota del océano como el todo y la impotencia de portar una ceguera transitoria desde su partida hasta hace minutos antes. No tardó en aparecer Doña M, quién optó por sumarse a esta escena, sin problemas, para acompañar cada acerción en la mente de ella. Es el singular momento en el que cae en la cuenta de que cada palabra, oración o verso con ritmo ya no duelen, no lastiman, no pesan en la espalda ni generan la típica idea de añorar lo antaño. Soltando una carcajada solitaria, ella soltó de sus dedos aquello que fumaba y lo dejó caer siete pisos abajo. Se inmovilizó unos minutos casi involuntariamente cuando intentó hallar la bendita "Cruz del Sur" en el cielo. Sin embargo, una estrella fugaz robó su atención, mostrándose el tiempo que dura una palabra recién dicha. Después de aquellos deseos repentinos y casi fantasiosos que pidió a ese astro caído, ella regresó adentro y, en el fondo, supo que todo estaría bien.

lunes, 26 de marzo de 2012

Backstage.

"¿Estoy infantilmente sensible o soy extremadamente ilusa?", es la acertada pregunta que ella se hacía tratando de buscar explicaciones a esas lágrimas que este lunes nublado rodaban por su cara. La oportuna desaparición del mundo que había decidido hacer él, en esos momentos, era un kamicase que golpeaba su cabeza con alguna suave pero intolerable molestia. No entendía: si ya había tenido lugar el genocidio al corazón.. ¿Se trataba de un efecto post-guerra? Nadie respondía con cordura aquello que le pasaba, nadie brindaba palabras que quieten lo a ella, en silencio, la movilizaba. Entonces, intentaba encontrarlas en otros espacios: libros, películas, músicas, textos propios, sabores y lugares diferentes. Notaba que cada alternativa que se le ocurría tenía su sensación, pero hasta ahí llegaba, dejando de lado el objetivo por lo que las había ido implementando. Y es que, ese vacío que suelen llenar las personas con las que uno convive, en cierto punto, casi todos los días; son casi irreparables, illenables, irreemplazables.
"Comprender" no estaba en su boca. Había sido la persona más erróneamente comprendida, intolerable e insufrible para cualquier persona que haya tenido la suerte (¿o desgracia?) de haberla cruzado en algún recóndito lado. Pero nadie la culpa, el ruido que se siente cuando el duelo es fingido es reconocido por muy pocas personas con carente cordura y/o sobriedad. A veces, la mente le jugaba esa misma pasada. Esa con la que cruzó las manos hace algunos años atrás y que, desde ese momento, supieron que iban a hacerse compañía por un tiempo indefinido. Sin embargo, y logrando que el lector se diga "¿cómo?", estas líneas ya habían estado anteriormente en sus pensamientos. Cada movimiento, cada detalle, cada una de las palabras que se pueden ver acá.. todo. Es curioso, muchas veces, ver cómo un simple acontecimiento puede dejar a una persona tan trabada en ese momento, generándole un esfuerzo enorme para evitar traerlo e imponerlo como pantalla principal. Exagerada y dramáticamente, ahí se hallaba... preguntándose hasta lo más insólito. En pocas palabras, ella requería con cierta urgencia algo... algo que no tenía nombre, descripción y estaba sujeta cuando decidiera concretar la elección obligatoria que, por cierto, extendía todas y cada una de las veces que llegó a mirarla a los ojos.