viernes, 10 de diciembre de 2010

Si, nos disfrazamos constantemente. Nos camuflamos frente a nosotros mismos y a los demás. Nos ponemos un traje barato y ordinaro de valentía, fortaleza, frialdad y, muchas veces, de sabiduría; y salimos como los mejores al mundo y a que los otros nos vean. No nos preocupamos mucho, porque en el fondo, sabemos que los otros también hacen lo mismo. Entonces, pasamos por algo que, muchas veces, escaseamos. Empezamos a confundir y a confundirnos cuando concebimos relaciones, porque nos vamos dando cuenta quién es quién, realmente. Nos enojamos, nos da bronca y nos preguntamos "¿Por qué el disfraz?", olvidándonos que también hicimos lo mismo que el otro, buscando un mismo fin.

Comprender que nadie queda excluído como el mejor en éste círculo interminable y aceptar el errar del otro, nos hace grandes personas.