domingo, 5 de diciembre de 2010

Aquí estamos otra vez, en una situación agobiante y casi permanente. "seguí dejando pasar momenos para compartir, seguí así", me dijo. Y es que, a la gente le encanta meter el dedo donde sabe que hay una aguja lista para dar un pinchazo certero. ¿Quién es capaz de dirigirse donde no se siente del todo bien? ¿Quién va donde no es tratado bien? ¿Quién hace cosas sabiendo que después la conciencia no lo va a dejar tranquilo? ¿Quién se queda esperando el impacto? ¿Quién hace eso?. Es complicado quedarse erguido frente a cosas que duelen. Vos hablás con la mejor y te devuelven con la peor, la peor de las formas. Hoy, llorando de nuevo, tengo que decir que es necesario aceptar que las cosas mínimas e ínfimas son las que más duelen, sobre todo si los emisores están conviviendo con vos todo el tiempo. No sé, sinceramente, si es bueno o malo decir lo que estoy a punto de decir pero, a veces, el organismo no libera endorfina por nada del mundo y perdés las ganas de seguir, de resistir, de pelearla; porque esas diminutas cosas increiblemente dolorosas se van acumulando, almacenando, reteniéndose en un sólo lugar e invadiéndonos por dentro. Entonces, vos decís: ¿hasta cuando?.