viernes, 3 de diciembre de 2010

Sacar palabras desde donde hay muy pocas, es complicado.
El otro día me quedé despierta y ví lo que en muchos otros lados nunca pude: el amanecer. Es raro, porque a medida que iba apareciendo el sol, se iba poniendo a color y plagando de luz todo, algo increiblemente maravilloso. Sin embargo, lo más loco no fue eso, sino que sentí una tranquilidad y paz muy grande al ver ese espectáculo. Si, fueron unos segundos que la sensación estuvo presente, haciendo fluir pensamientos de valoración. Valorar lo que tengo y lo que soy, acompañada por una suave y atractiva melodía de fondo: el silencio. Comprendí, entonces, que puedo ser feliz hasta con los detalles más ínfimos e impensables, como un amanecer en la ciudad; y fusionar las actitudes en una sola, lógicamente, más real y positiva.



(cosas escritas una madrugada y almacenadas para ocupar memoria al vicio).