lunes, 16 de mayo de 2011

Recordalo.

Después de haber escrito, de dejar mucho de lo que me atormenta (aunque no lo crean, es así), entiendo que con ésto no hago ni logro absolutamente NADA. Escribir es un arte que sólo pocos conocen y saben hacer; una descarga personal que mejora internamente eso que te come la cabeza; un cable a tierra que te devuelve la cordura que, poco a poco, se va con las situaciones que nos tocan vivir; un forma de catarsis, de sentirse mejor, de curar, de vivir. Quizás para otro, sea una gran pérdida de tiempo, una estupidez sin sentido alguno, sin forma; un pasatiempo absurdo, una tontera casual y cotidiana. Sin embargo, ¿para qué explicar lo que, ni siquiera con eso, no son capaces de captar, de sentir, de interpretar mientras leen?. No entienden nada, no saben nada, hablan porque el aire es gratis y nada más.
No me considero una escritora, ni siquiera alguien que sepa escribir a la perfección o algo por el estilo. Simplemente, soy una de las tantas (o tal vez, pocas) personas que encuentran en un papel y un lápiz la manera de ser un poquito más feliz de lo que se es. De confiar en alguien que no habla ni que puede decirte que está "mal" lo que ponés, o bien, de guardarselo y morir ahí. Siempre escuché el dicho de "cuando la mente ya no retiene bien, existe el papel". A decir verdad, a mi me parece que, afortunadamente, siempre existe el papel, retenga o no a la perfección la mente. Muchas veces, te apegás tanto pero TANTO a algo que terminás convirtiendo ese algo en alguien. Aparece, entonces, una persona ficticia pero tan real que nos compra. Esa persona que nos escucha pero no habla, que nos enseña pero con simples letras, que nos hace crecer cuando hace que releamos lo que le contamos alguna vez, que nos mantiene vivos solamente con su humilde existencia, dando lugar a que no terminemos explotando ni hagamos locuras, que muchas veces tienen una insistencia importante por dentro. Cualquiera que leyera, pensaría que es algo descabellado y demente, pero a veces, es necesario dejar de observar para comenzar a VER un poquito mejor las cosas. El punto es que, hoy, esa persona está aquí, haciéndome compañía como otros días negros, con la misma lealtad de siempre. Encuentro tanta confianza como para escribir lo que sea. Si, si señores: ¡LO QUE SEA! Cosas que no hablaría con otras personas, cosas que es más fácil plasmarlas que andar mendigando consejos de otros, cosas que, en otro lado, sonaría tan loco que directamente me harían tratar; cosas que no se pueden decir, cosas que, otras veces, no tienen sentido. En fin, quiero llegar al momento en que me toca agradecer. Agradecer a esa persona imperesonal e imaginaria que toma forma cuando escribo hasta en una servilleta de papel; por estar ahí SIEMPRE que me fue necesaria.