Y, parece que los Reyes cumplieron con su regalo. Sin embargo, mucha certeza o seguridad de que continúe así, no tienen. Entonces, evidenciando sus habilidades del juego se dignaron a apostar. Una parte ambos hombres y en la otra, un incierto destino; para ver quién resultaba más ventajoso y sobre todo, aireoso. ¿Ganador? No hay, no existe ni va a existir, porque unos minutos antes de estrechar la mano, cada parte reconoció la carencia de la otra para que todo esté en su lugar, ignorando las palabras sueltas que soltaron con anterioridad. Son unos imbéciles.